2/3/12

La exprofesora que pide en el tren

De los protagonistas que me encuentro en los viajes en Cercanías podría escribir muchas historias. Las personas que viajan a tu alrededor siempre tienen algo que contar, tanto por lo que hacen y dicen como por lo que callan. Gente que va o viene de su trabajo, algunos con traje y otros con el uniforme de la empresa; familias que llevan a los niños inquietos y hacen que se molesten algunos viajeros; jóvenes estudiantes universitarios que empiezan o terminan su jornada lectiva y también jóvenes estudiantes universitarios que a las seis de la mañana de un sábado cantan en el vagón con una buena cogorza encima.

Pero muchos habréis tenido algún episodio o muchos episodios en los que alguien pedía dinero o algo para comer. No sé su nombre ni dónde vive. Tampoco sé si lo que cuenta es realmente su realidad. Una mujer vestida con pantalones vaqueros o falda, bien peinada, algo maquillada y con olor a perfume pasea por el pasillo despejado del vagón. Se para y se dirige con tono firme y buena vocalización a los usuarios del transporte. "Señores, perdonen que les moleste. Lo que voy a decirles me da mucha vergüenza, pero, como verán, no soy una persona que esté enganchada a las drogas. Tampoco he robado. Soy una exprofesora de educación infantil que perdió su trabajo en Villaverde y con dos niños pequeños a cuestas no consigo trabajo, no los he traído para dar pena, como hace mucha gente. Desde que me despidieron no he conseguido nada estable y les pido un poco de ayuda, si fueran tan amables".



Tengo que decir que ese discurso (que no lo he transcrito literalmente pero es muy parecido), me producía una sentimiento de empatía y siempre que llevaba algo se lo ofrecía, como también se movilizaban mis compañeros de viajes. Varias veces me la encontré durante un año.

Hace unas semanas volvía a escuchar a esa mujer en un viaje de tren, con su aspecto físico también cuidado. Habían pasado meses desde que no la veía. Esa vez, su discurso fue diferente, con tonos de voz planos, como si fuera el sonido de un programa informático y con voz entrecortada: "Señores, perdone que les moleste, me dirijo a ustedes como último recurso. Iba a tirarme a las vías del tren, pero no he tenido aún valor para hacerlo. Tengo dos hijos que alimentar y no sé qué hacer. Como verán no soy como los demás que acostumbran a ver pidiendo. Hace dos semanas me desahuciaron de mi casa por no poder hacer frente a mi hipoteca, ahora estoy en la calle. Fue un día horrible, mis hijos aún tienen marcas de la resistencia que opusieron. Les pido una ayuda, mi vida pesa mucho, no puedo...".

Llegaba mi parada y pude darle algo de dinero, también otros compañeros de viaje lo hicieron. La verdad es que nunca había visto a la gente en un vagón escuchar una historia con tanta atención y semblante tan triste.

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