18/5/08

Relato (el primero o el último)

Mirando lo translúcido, la sensación era extraña, estar ahí y estar en ninguna parte. No podía hacia el exterior, así que sin intención lloraba por las venas y las arterias. Las lágrimas en río se mezclaban en el fluir de la sangre, que llegaba a las manos y poco a poco las piernas. Un hormigueo. Las dejaba de sentir.

Pensó que ya no había remedio, se tocaba el corazón, pero no palpitaba. Antes había palpitado con su compañía, con sus risas, con los nervios de cuando algo es asombroso, con la incredulidad de lo que le pasaba. Pero ahora no, no lo sentía, en una sensación de estar cayendo hacia abajo a una velocidad infinita y de quedarse ahí esparcido como el líquido que pisaba. Vuelta a lo real, se había equivocado. Tranquilidad, sosiego. Desorientado por completo, se había olvidado de que se palpaba el lado derecho, no el izquierdo, en realidad, ahí estaba.

Mientras, notaba sensaciones de lo cálido y le proporcionaba una sensación agradable, de compañía, de no estar frío ni vacío, ni de sentirse completamente solo. Imaginaba un abrazo, una mano suave. Entonces se decidió a tocarla, tocar más para sentirse más cerca. Pero el líquido no se puede coger, lo intentaba con movimientos suaves, luego movimientos más bruscos, más perseverante. Pero se escapaba entre los dedos, resbalaba el agua de la ducha por sus manos y su espalda.

Se dio la vuelta y dejó que le cayera en la cara, la sentía caliente y se quedó así un rato, hasta que cambió poco a poco la temperatura, hacerla fría y por tanto querer cerrarla. La cerró. Silencio. Corrió la puerta translúcida y la una luz le dió un golpe en los ojos. Miró a tientas, se envolvió en la toalla. Era suave y se sentía agusto con ella alrededor. Allí se quedó mirando algo, o tal vez nada.

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